En Maracaibo, la conversación sobre el arte urbano, particularmente en su manifestación de murales, suscita diversas opiniones.

Un diálogo apasionado entre un arquitecto que moldea la ciudad bajo una visión artística y un artista que la pinta, explorando el potencial y los desafíos del arte mural en la capital zuliana.

En el corazón vibrante de Maracaibo, donde el sol besa la arquitectura y la brisa del lago acaricia sus muros, el arte urbano en murales sobresale como una voz silenciosa pero poderosa. Más que simples trazos de línea continua de colores, estas intervenciones se han convertido en un espejo de su identidad y sus comunidades, un lienzo donde se debaten historias, se celebran raíces y se proyectan sueños. Pero, ¿cómo dialoga este arte con la estructura perenne de la ciudad?

El eco de París ’60 resuena bajo el sol de Maracaibo

Imaginen París, década de los sesenta. Los muros, de pronto, cobraron vida. Artistas aparecieron en la escena urbana, no como espectadores, sino como agentes de cambio, redefiniendo nuestra relación con la ciudad a través de intervenciones que buscaban nuestra complicidad. El arte salió del museo para conquistarnos en cada esquina.

De 1985 a hoy: El espíritu del arte callejero florece en Maracaibo

Aunque la chispa creativa prendió antes, fue en 1985 cuando el término «arte callejero» se dio a conocer gracias a la publicación «Street Art» de Allan Schwartzman. Este libro inmortalizó la audacia de los artistas de Nueva York a principios de los ochenta, quienes tomaron la ciudad como lienzo y, con cada trazo, redefinieron la manera en que percibíamos el espacio urbano.

Estas intervenciones evolucionaron hasta que, en el nuevo milenio, el concepto de «arte urbano» se consolidó como un fenómeno global. La década del 2000 trajo consigo una explosión mediática y la aparición de figuras icónicas como Banksy, cuya fama no solo popularizó esta forma de expresión, sino que también desató un debate sobre su creciente comercialización.

Del génesis del arte callejero al calor de Maracaibo: ¡Un viaje en el tiempo con Calzadilla y Lombardi!
En Maracaibo, la conversación sobre el arte urbano, particularmente en su manifestación de murales, suscita diversas opiniones. Para comprender mejor este panorama, hemos reunido las perspectivas de dos figuras clave de la ciudad: Jesús Lombardi, arquitecto y director del Teatro Baralt, y Félix Calzadilla, diseñador gráfico y artista plástico, destacado exponente del arte urbano local.
La mirada del arquitecto: Funcionalidad y contexto urbano

«Desde mi visión como arquitecto, la implementación de murales en Maracaibo ha carecido, en muchos casos, de una visión integral. Hemos visto cómo se recurre a muros deteriorados en zonas desfavorecidas, priorizando la cobertura de la fealdad sobre una planificación que debe reconsiderarse en el diálogo del arte a través del espacio público. Un mural sin paisajismo, sin mobiliario urbano que invite a la contemplación, corre el riesgo de ser efímero y de no integrarse verdaderamente al pulso de la ciudad», comenta Lombardi.
El arquitecto profundiza en la necesidad de una estrategia urbana coherente:

Imaginemos espacios donde el arte no solo decora, sino que se funde con la arquitectura, invitando a la gente a detenerse y ser parte. La crítica es que, con frecuencia, los murales en Maracaibo se perciben como «intervenciones aisladas», desperdiciando su poder para reinventar nuestros espacios.
A pesar de su crítica, el arquitecto reconoce los esfuerzos realizados en distintas etapas:
Por su parte, Lombardi identifica tres momentos clave: la revitalización con mosaicos durante la Copa América, la originalidad de los murales con tapas recicladas durante la gestión del entonces alcalde Willy Casanova, y la fuerza emergente de las iniciativas independientes de comunidades y artistas emergentes que buscan embellecer y generar conciencia. Sin embargo, insiste en la necesidad de una planificación más estratégica y un mantenimiento sostenido.
En contraste, Félix Calzadilla ofrece una visión desde la trinchera creativa:

«Para nosotros, los artistas urbanos, cada muro es un lienzo en potencia, una oportunidad para contar historias, para reflejar la identidad de una comunidad, para sembrar ideas y emociones en el corazón de la ciudad. A veces, las paredes deterioradas son precisamente las que claman por una transformación, por una nueva vida a través del color y la forma», expresa Calzadilla.
El artista destaca el valor de la intervención, incluso en contextos difíciles:

A pesar de que «es cierto que las condiciones no siempre son ideales» para los artistas urbanos en Maracaibo, enfrentando limitaciones de recursos y la naturaleza efímera de su trabajo, hay una fuerza que los impulsa a seguir creando. Es ese deseo profundo de «dejar una huella, de conectar con la gente que transita esos espacios» lo que nutre el arte callejero, transformándolo en una poderosa herramienta para proyectar la cultura y llevar la belleza a lugares que han sido abandonados de nuestra ciudad.
Calzadilla también reconoce las diferentes etapas y valora el espíritu de cada una:
El artista celebra la explosión de color de los mosaicos, la creatividad del reciclaje como forma de expresión y, sobre todo, la energía de las personas que buscan transformar su entorno con mensajes positivos. Para él, cada intervención, a pesar de sus limitaciones, suma al mosaico visual de la ciudad y representa un acto de resistencia y esperanza.
Dos visiones, la del arquitecto que busca la armonía funcional y estética en el lienzo urbano, y la del artista que encuentra en cada muro una oportunidad para la expresión y la conexión comunitaria, convergen en un punto crucial: el arte urbano en Maracaibo tiene un enorme potencial.

El desafío radica en encontrar un equilibrio entre la planificación estratégica y la libertad creativa, entre la durabilidad de las intervenciones y el espíritu efímero del arte callejero. Quizás, la clave esté en un diálogo más fluido y una colaboración más estrecha entre arquitectos, artistas y autoridades, para que los muros de Maracaibo dejen de ser lienzos olvidados y se conviertan en una vibrante paleta de colores que refleje la identidad y el alma de su gente.









Johsué Morales
CNP: 24.302
Fotografías: Luis Molero / Johsué Morales