Lo que realmente cuenta para el espíritu del ser querido no es el apego a sus restos, sino el amor y el cariño que se le demostró en vida.
En el ámbito de algunas creencias espirituales, la decisión de mantener las cenizas de un familiar en casa puede tener importantes implicaciones energéticas y espirituales. Según estas interpretaciones, el ser humano está compuesto por siete cuerpos, de los cuales el cuerpo físico, el que se convierte en cenizas, es el que menos nos pertenece, ya que proviene de la tierra y debe regresar a ella.
El cuerpo físico, al ser incinerado, se considera una forma de materia que debe completar su ciclo natural. Según estas creencias, si las cenizas no se devuelven a la tierra, esta transición se interrumpe. El espíritu del difunto podría anclarse a este plano terrenal, impidiéndole trascender a los planos superiores a los que le corresponde. Esto, a su vez, podría afectar la evolución armoniosa y completa del espíritu.
Impacto en el Hogar y el Descanso del Alma
Tener las cenizas en el hogar puede generar una energía de baja frecuencia. Se cree que la presencia de un cuerpo sin vida, aunque sea en forma de cenizas, puede atraer problemas, enfermedades, discusiones y pobreza. Además, se argumenta que esto mantiene al espíritu del ser querido unido al hogar y a la vida material, impidiéndole descansar en paz y continuar su camino.
Para estas creencias, es crucial permitir que el ser querido descanse. La sugerencia es llevar las cenizas a un lugar sagrado, como un cementerio o una iglesia, o a un lugar natural como un campo, para que puedan regresar a la tierra. Este acto de «devolver lo que es de la tierra a la tierra» es lo que determina la unión con la madre y el padre, facilitando el proceso de asimilación y reutilización de la materia en otros seres, como corresponde a la naturaleza.
Lo que realmente cuenta para el espíritu del ser querido no es el apego a sus restos, sino el amor y el cariño que se le demostró en vida.
Agencias.
