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Entre La Chinita y la palabra: Maracaibo celebra 496 años con un llamado a la unidad y la transformación


El Teatro Baralt volvió a convertirse en la caja de resonancia de la historia. Bajo sus lámparas centenarias y frente al telón que ha visto desfilar la cultura y la política zuliana, Maracaibo celebró sus 496 años de fundación con un acto solemne cargado de símbolos: la entrada de la réplica de la Virgen de Chiquinquirá, la entrega de la Orden Ciudad de Maracaibo y las palabras que marcaron la ruta hacia el anhelado medio milenio de existencia.

La ciudad que se piensa a sí misma

La presidenta del Concejo Municipal, Jessy Gascón, abrió la sesión con un mensaje que trascendió la efeméride: la presentación de un nuevo Plan de Desarrollo Urbano Local. No se trató de un discurso protocolar, sino de una invitación a repensar la ciudad desde una perspectiva de inclusión, equidad y modernidad. Con firmeza, Gascón habló de una Maracaibo que debe reconocer sus diferencias, equilibrar el desarrollo entre el oeste y el este, y generar espacios seguros para las mujeres y las comunidades indígenas.

El clamor del orador de orden

El presbítero Nedward Andrade, rector de la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá, elevó el tono con un discurso que desbordó lo político para instalarse en lo espiritual y lo social.
Su voz resonó con fuerza en el Baralt:

«Hemos puesto barreras políticas y sociales que fracturan la ciudad. El reto está en construir convivencia fraterna, en reconocernos mutuamente y en hacer de Maracaibo una ciudad de justicia, equidad y vida en abundancia».

Andrade insistió en que la capital zuliana solo podrá alcanzar el título de “Primera Ciudad de Venezuela” si logra vencer la división, humanizar la gestión pública y garantizar servicios de calidad. Fue un llamado al equilibrio, pero también una advertencia: sin justicia social no hay futuro posible.

Reconocimientos que narran identidad

En medio de aplausos y solemnidad, la Orden Ciudad de Maracaibo en su primera clase distinguió a figuras que, desde distintas trincheras, han marcado la vida de la urbe: el gaitero Nelson Romero “El Ayayero”, el boxeador Carlos Cañizales, la servidora pública Ofelia de Jesús Ramos González, instituciones de salud y organizaciones comunitarias, además de la presidenta del Clez, Magdely Valbuena.


Cada nombre leído por la voz de Ramón Soto Urdaneta fue una pieza del mosaico que compone la identidad maracaibera: música, deporte, servicio y fe.

El alcalde y el horizonte del 500 aniversario

El cierre estuvo a cargo del alcalde Gian Carlo Di Martino, quien no eludió la magnitud del compromiso histórico:

«Hoy celebramos 496 años, pero dentro de cuatro, cuando lleguemos al medio milenio, la ciudad tiene que ser otra. Ese día nos tocará rendir cuentas, y nuestro deber es entregar una Maracaibo distinta».

Sus palabras, cargadas de promesa y política, fueron también una declaración de intenciones: avanzar con fuerza, inspirados en la enseñanza de Chávez, para transformar a la capital zuliana en una ciudad moderna y protagonista en el concierto nacional.

Entre tradición y transformación

La sesión solemne dejó más que un registro protocolar. Fue la puesta en escena de una ciudad que se debate entre la nostalgia de sus raíces y la urgencia de un futuro distinto.
La Chinita, presente en el recinto, recordó la fe que sostiene a los maracaiberos en medio de la adversidad. El orador de orden, con su llamado a la justicia social, recordó que la convivencia es la base de cualquier progreso. Y el alcalde, mirando ya al 2029, dejó en claro que la meta es grande: hacer de Maracaibo, en sus 500 años, una ciudad digna de su historia y de su gente.

Johsué Morales
CNP: 24.302
Fotografías: Johsué Morales